“Elaborado a la vieja usanza…” Destilar Pedro Ximénez no es fácil. Extraer los matices de sus aromas y hacerlos permanecer en tonel de Castaño, parece atípico. Sin embargo, lo más complicado es hacer que la sedosidad de los tostados y el recuerdo de las pasas se integren con el alcohol. Aquí está el resultado.
“La plenitud de un perfume que se bebe…” Concentrar los sabores y aromas de un vino puede ser entendido como el anhelo de todo viticultor. Destilar su esencia misma, es un placer mayor aún que el de la propia fermentación. Por eso desde 1948 este Brandy está considerado un perfume que se puede beber.
“El oficio de nuestros mayores…” Corría el año 1918 cuando esta Solera vio la luz. Cuatro generaciones de la misma familia han trabajado en mantener la cuenta de envejecimiento de cada gota de este vino. Más que un producto en sí mismo, es un deseo de continuidad. Un oficio heredado de padres a hijos.
“Uva madura encerrada en una botella…” Hubo un tiempo en el que los vinos blancos con fructosa natural, eran patrimonio exclusivo de las vinificaciones Centroeuropeas. Sin perder las tradiciones del Viejo Continente, se hace este vino en una tierra donde nunca una botella de vino, encerró tanta uva madura.
“Encontrando los orígenes…” Nadie creía que se pudiese hacer un vino tan seco con uva Pedro Ximénez. Nadie pensó que quizás sería uno de los vinos blancos más expresivos que se podrían catar. Las calidades y el acabado de un vino dependen de la nobleza de su origen. Aquí es donde empieza todo.
“El equilibrio de la Solera eterna…” Iba a ser zumo de pasas, pero nació de una deshidratación incompleta durante la vendimia de 1964. Han pasado los años… Su evolución y equilibrio son tan positivos, que hoy sería imperdonable no seguir elaborándolo con el saber eterno de las Criaderas y Soleras.